sábado, 31 de octubre de 2015

Restos de la prehistoria en Petrálona

Esta vez hablaré de un lugar de Grecia que nos remite a la prehistoria.
El pueblo de Petrálona pertenece a la comarca de la Calcídica, en Macedonia. Es la sede del distrito municipal de Petrálona, del municipio de Triglía.

Aproximadamente a un kilómetro del pueblo se halla la célebre cueva de Petrálona, donde se han producido importantísimos hallazgos arqueológicos y encontrado las más antiguas huellas de población del territorio griego.

La cueva de los murciélagos se encuentra a unos 500 metros al sur de la anterior. De sur a norte mide 60 metros y tiene una profundidad de 20 metros. También hay diversas estalactitas y estalagmitas, y habita en ella una multitud de murciélagos (de ahí su nombre), cuyos excrementos formaron una especie de "guano" (abono natural, rico en sales de fósforo y en sustancias hidrogenadas).

En 1959 un vecino de la localidad de Petrálona, Philippos Chatzaridis, descubrió una cueva, ya que tras haber escuchado el sonido de unas gotas, supuso que se trataría de una fuente. Al año siguiente, un paisano se encontró en la cueva con algo que describió como un "esqueleto de un mono gigante". En realidad había topado con los huesos humanos más antiguos de Grecia. Se trataba de un esqueleto reclinado con la cabeza apoyada sobre la pared de la cueva, mientras que en torno a él había huesos de otros animales prehistóricos. Todos estos huesos estabas cubiertos de material estalagmítico, el cual había sido depuesto gota a gota durante milenios.



El lugareño dio parte de su descubrimiento a sus vecinos y a la policía, pero hasta que las autoridades se hicieron cargo un número incierto de personas habían visitado ya la cueva. Parece ser que en algún momento durante este espacio de tiempo alguien trató de sustraer los restos óseos ayudándose de una palanca de hierro, lo que tuvo como consecuencia que estos se rompieran. Los huesos desaparecieron y los científicos tuvieron que conformarse con el cráneo, que se conservó porque se quedó incorporado a una estalagmita que se había formado en el punto en donde se hallaba y se quedó allí encerrado. El cráneo se encuentra en buen estado, si exceptuamos la ausencia de su mandíbula inferior.

Los investigadores aún no se han puesto de acuerdo sobre la evolución del género humano. En el marco de esta disputa, el cráneo de Petrálona no podía ser una excepción. Algunos científicos han propuesto la clasificación que oscila del Homo Erectus (hombre primitivo) al Homo Sapiens (lo que somos nosotros). El cráneo presenta características que dificultan su clasificación: es más largo y plano que el de los hombres contemporáneos, con una frente baja e inclinada y una línea en su parte posterior. Sus huesos son, además, más gruesos que los nuestros. La muestra de Petrálona es seguramente de un desarrollo posterior a los primeros homínidos, pero aún dista bastante del Homo Sapiens, y al mismo tiempo no presenta características que lo distingan del Neandertal. ¿Qué era, entonces?



Cinco décadas después de su descubrimiento, la mayoría de los científicos clasifican hoy al "Hombre de Petrálona" en un género conocido como Homo Heidelbergensis. El hombre de Heidelberg constituye el eslabón que conecta al primitivo Homo Erectus con el presente Homo Sapiens. Huesos de similares características se han localizado en diferentes puntos del mundo.

En la actualidad, los arqueólogos consideran que el Hombre de Petrálona debió de vivir entre los años 400.000 y 250.00 a. C., aunque resulta complicado establecer una cronología fiable y, por supuesto, se cuenta con margen de error en su datación. Por otra parte, en cuanto a los animales de la cueva la cronología se extiende hasta 700.000 a.C.

Sin lugar a dudas, el cráneo de Petrálona pertenece a un ser humano y no a un pitecántropo.

Su tribu y él empleaban herramientas de piedra, que sí han sido halladas. Su existencia delata, además, la existencia de otros utensilios técnicos, tales como cuerdas, cestas, porras de madera... (aunque estas no se conservan). Que dispusieran de estas herramientas presupone también la existencia de un cerebro que las concebía y elaboraba, así como de alguna forma de comunicación, que permitiría la transmisión y difusión del conocimiento técnico.



La inteligencia y el lenguaje no son los únicos puntos en común que tenemos con el hombre de Petrálona. En algunos de los asentamientos del Homo Heidelbergensis se descubrieron datos que muestran un enterramiento deliberado de miembros de su comunidad, hecho que demuestra fe en alguna clase de vida tras la muerte. En otro lugar se han encontrado colores que no podrían haber tenido otro uso, sino decorativo o ritual. La conclusión sólo puede ser la siguiente: los Homo Heidelbergensis no eran unas bestias con una porra que se comunicaran emitiendo gruñidos, sino seres humanos con cultura de algún tipo y tradición oral, características de la existencia humana.

La mayoría de las personas, cuando oyen hablar de cerebros de menor tamaño, piensan automáticamente en una inteligencia inferior, lo cual no se corresponde con la realidad. El raciocinio no depende tanto del tamaño, como de la manera en que este está confeccionado. Los datos parecen indicar que el cerebro del Hombre de Petrálona funcionaba como el de los hombres contemporáneos.

La vida de su tribu consistía quizás en el nomadismo, siguiendo a los animales que cazaban en sus desplazamientos estacionales. Eran cazadores y recolectores, usaban el fuego y tal vez hasta cocinaban. Con toda probabilidad, pasaban las noches reunidos en torno a una hoguera y contaban historias o los hechos de la última cacería. Quizás pasarían períodos de hambre y el porcentaje de mortalidad debía de ser terrible. Pero, a pesar de su primitiva aparición, su lengua nos resultaría incomprensible y su vida era difícil sin los medios que se descubrieron más tarde. Una cosa es segura: estos hombres tenían una inteligencia que les permitía inventar medios que mejorarían su vida y que usarían para adaptarse y sobrevivir en unas condiciones excepcionalmente difíciles. Durante cientos de miles de años lo lograron, mucho más que los pocos millares de la actual especie humana.


La cueva y su museo arqueológico se encuentran a 50 km. al sureste de Tesalónica. En el museo no sólo se encontrarán restos e información sobre esta zona geográfica, sino que también de otras zonas de Grecia e incluso de África


Fuentes:
http://www.petralona-cave.gr/   (griego e inglés)